"Según numerosas leyendas fantásticas, es en esa noche cuando se abren de par en par las puertas del "otro lado del espejo": se permite el acceso a grutas, castillos y palacios encantados; se liberan de sus prisiones y ataduras las reinas moras, las princesas y las infantas cautivas merced a un embrujo, ensalmo o maldición; braman los cuélebres (dragones) y vuelan los “caballucos del diablo”; salen a dar un vespertino paseo a la luz de la Luna seres femeninos misteriosos en torno a sus infranqueables moradas; afloran enjambres de raros espíritus duendiles amparados en la oscuridad de la noche y en los matorrales; las gallinas y los polluelos de oro, haciendo ostentación de su áureo plumaje, tientan a algún que otro incauto codicioso a que les echen el guante; las mozas enamoradas sueñan y adivinan quién será el galán que las despose; las plantas venenosas pierden su dañina propiedad y, en cambio, las salutíferas centuplican sus virtudes (buen día para recolectar plantas medicinales en el campo); los tesoros se remueven en las entrañas de la Tierra y las losas que los ocultan dejan al descubierto parte del mismo para que algún pobre mortal deje de ser, al menos, pobre; el rocío cura ciento y una enfermedades y además hace más hermoso y joven a quien se embadurne todo el cuerpo; los helechos florecen al dar las doce campanadas...
En definitiva, la atmósfera se carga de un aliento sobrenatural que impregna cada lugar mágico del planeta y es el momento propicio para estremecernos, ilusionarnos y narrar a nuestros hijos, nietos o amigos toda clase de cuentos, anécdotas y chascarrillos sanjuaneros que nos sepamos."
Tras todas estas leyendas milenarias se esconde el miedo de las personas que, pasado el solsticio de verano, veían como, poco a poco, iban haciéndose más cortos los días. El Sol se iba apagando, lo que significaba el fin. Por ello, después del solsticio de verno, las gentes encendían hogueras para dar más fuerza al Sol, de modo que no se apagase. Las hogueras y fuegos fueron acompañados por conjuros, magia, hechicería y misticismo.
Realmente la denominación noche de San Juan es una costumbre que viene a raiz del paleocristianismo, concretamente del calendario litúrgico (santoral), pues fue en esa época cuando se comenzó a conmemorar la muerte de los mártires en su aniversario. Pero la propia festividad en sí viene de tiempos inmemoriables. Los antiguos mitos griegos ya hablaban de la "puerta de los hombres" para referirse al solsticio de verano y de la "puerta de los dioses" para referirse al solsticio de invierno. Por su parte, también está la celebración celta de Beltaine, que significa "bello fuego" o "fuego de Bel". Durante el Beltaine se encendían hogueras y después los druidas hacían pasar el ganado entre las llamas para purificarlo y defenderlo contra las enfermedades. A la vez, rogaban a los dioses que el año fuera fructífero y no dudaban en sacrificar algún animal para que sus plegarias fueran mejor atendidas.
Otra de las raíces de tan singular noche hay que buscarla en las fiestas griegas dedicadas al dios Apolo, que se celebraban en el solsticio de verano encendiendo grandes hogueras de carácter purificador. Los romanos, por su parte, dedicaron a la diosa de la guerra Minerva unas fiestas con fuegos y tenían la costumbre de saltar tres veces sobre las llamas. Ya entonces se atribuían propiedades medicinales a la hierbas recogidas en aquellos días.
El cristianismo, como otras muchas religiones, fue experto en reciclar viejos cultos paganos.
Yo creo que la noche de San Juan es importante, más que por su significado tradicional, por la idea de que, durante milenios, familias, pueblos y gentes se reunían frente al fuego.
Estando yo en Alicante, no me lo quise perder. Bajamos los amigos hasta la Playa del Postiguet y, rodeados de hogueras, hablábamos y nos divertíamos. Eso sí, en estos tiempos se han cambiado los conjuros por canciones a la guitarra, y la recolección de hierbas por recolección de ron, ginebra y cervezas.
A las 06:00 llegaba a casa. Gran noche.
En definitiva, la atmósfera se carga de un aliento sobrenatural que impregna cada lugar mágico del planeta y es el momento propicio para estremecernos, ilusionarnos y narrar a nuestros hijos, nietos o amigos toda clase de cuentos, anécdotas y chascarrillos sanjuaneros que nos sepamos."
Tras todas estas leyendas milenarias se esconde el miedo de las personas que, pasado el solsticio de verano, veían como, poco a poco, iban haciéndose más cortos los días. El Sol se iba apagando, lo que significaba el fin. Por ello, después del solsticio de verno, las gentes encendían hogueras para dar más fuerza al Sol, de modo que no se apagase. Las hogueras y fuegos fueron acompañados por conjuros, magia, hechicería y misticismo.
Realmente la denominación noche de San Juan es una costumbre que viene a raiz del paleocristianismo, concretamente del calendario litúrgico (santoral), pues fue en esa época cuando se comenzó a conmemorar la muerte de los mártires en su aniversario. Pero la propia festividad en sí viene de tiempos inmemoriables. Los antiguos mitos griegos ya hablaban de la "puerta de los hombres" para referirse al solsticio de verano y de la "puerta de los dioses" para referirse al solsticio de invierno. Por su parte, también está la celebración celta de Beltaine, que significa "bello fuego" o "fuego de Bel". Durante el Beltaine se encendían hogueras y después los druidas hacían pasar el ganado entre las llamas para purificarlo y defenderlo contra las enfermedades. A la vez, rogaban a los dioses que el año fuera fructífero y no dudaban en sacrificar algún animal para que sus plegarias fueran mejor atendidas.
Otra de las raíces de tan singular noche hay que buscarla en las fiestas griegas dedicadas al dios Apolo, que se celebraban en el solsticio de verano encendiendo grandes hogueras de carácter purificador. Los romanos, por su parte, dedicaron a la diosa de la guerra Minerva unas fiestas con fuegos y tenían la costumbre de saltar tres veces sobre las llamas. Ya entonces se atribuían propiedades medicinales a la hierbas recogidas en aquellos días.
El cristianismo, como otras muchas religiones, fue experto en reciclar viejos cultos paganos.
Yo creo que la noche de San Juan es importante, más que por su significado tradicional, por la idea de que, durante milenios, familias, pueblos y gentes se reunían frente al fuego.
Estando yo en Alicante, no me lo quise perder. Bajamos los amigos hasta la Playa del Postiguet y, rodeados de hogueras, hablábamos y nos divertíamos. Eso sí, en estos tiempos se han cambiado los conjuros por canciones a la guitarra, y la recolección de hierbas por recolección de ron, ginebra y cervezas.
A las 06:00 llegaba a casa. Gran noche.