Creo que vivimos esperando. Esperas algo que esperas que llegue mañana, dentro de unas semanas o dentro de cuatro años, tres meses y “unos” diecisiete días.
En el momento menos pensado cierras los ojos e imaginas dónde quieres llegar, como si el mundo fuera una peli de Pixar. Dónde te gustaría estar, quién quieres ser dentro de unos meses si tuvieras la alfombra de Aladín, las ganas de encontrar a tu media naranja (mecánica) de Wall·e o el amor por los niños del padre de Nemo. Sea la peli que sea la espera te hace vibrar. Vives pensando en qué pasará contigo cuando la empresa donde trabajas se fusione con esa más grande, cuando apruebes tu carné de conducir, te saques la licencia de piloto, te cases o asistas a tu primer -o último- día en la universidad.
Así, con los ojos cerrados te pones a esperar. Y sin darte cuenta, mientras esperas, estás viviendo. Sabes que después de 5 años de carrera, 1 de proyecto, 2 de especialización, 1 de máster y un doctorado, el día que sales a celebrarlo puede atropellarte un autobús. Así que cuando alguien escriba tu vida (en sus recuerdos o en una gran biografía) el 99% de las páginas estarán llenas de las anécdotas, vivencias y experiencias de esos años, de los de antes. De cómo reaccionaste cuando viste u oíste tu nota de corte después de dos años luchando, de la cara que pusiste al oír “apto” en la última posibilidad de sacarte el carné de moto antes que cambiara la normativa o de lo que pasó por tu mente antes de decir “sí quiero”, donde “quiero” quería decir casarse o ir a cenar o comprar un perro o tirarte a la piscina desde el primer piso.
Ahora abres los ojos y ves que no estás solo. Que durante todos los años donde tú esperabas había otras personas alrededor esperando. Que cada vez que has estado en un atasco en una autovía, los 200 otros coches del atasco estaban llenos de personas que compartían contigo ese atasco pero que esperaban sus propios sueños.
Cuando te mueras, en el purgatorio, cuando te digan que firmes en el cuadradito “sin salirse de los límites que si no te quedas en el Limbo durante toda la eternidad”, pensarás en toda la espera de tu vida, y verás que de esas personas que estaban a tu alrededor esperando, algunas fueron especiales. Los sueños son privados, únicos, y cada persona tiene sus sueños. Por mucho que algunas personas se empeñen en igualar sus sueños al de al lado porque están totalmente enamorados, los sueños son tuyos y solamente tuyos. Pero los cumples con gente, que cumple sus sueños a tu lado. Gente que trabaja contigo, que vive contigo, que ríe contigo, que sonríe contigo, que te ha hecho daño, te ha disparado con una ametralladora o te ha roto el corazón. De todas las grandes frases de Alexander Supertramp me quedo con una: Hapiness only real when shared (la felicidad tan sólo es real cuando es compartida).
Te reirás muchísimo cuando veas eso desde el purgatorio, porque verás que esperar y esperar te hizo brillar, te hizo crecer, madurar y vivir, pero que al final, en el libro de tu vida el autor (que algunos se atreven a llamarlo Dios) sólo ha dedicado una página a hablar del resultado de esa espera, y todas las demás a lo que viviste mientras esperabas.