Había llegado el día. Me habían llamado del centro de salud diciendo que tenía vez con la fisioterapeuta. ¡Bien!
Me suelo ir a dormir normalmente muy tarde. Ese día me desperté a la hora de comer, comí, estuve viendo la tele, y después me duché y fui al centro de salud. Hacía muchísimo calor en la calle, y el termómetro de una farmacia marcaba 38ºC. Llegué al centro, aparqué el coche a la sombra, y entré.
Esta vez sí, entré en la sala correcta, la de las camillas, máquinas de ultrasonido, y demás parafernalias. Ahí estaba la fisioterapeuta. Era muy joven, simpática y agradable. Daba mucha confianza a primera vista. En la sala había 2 personas más. Un chico también joven que estaba haciendo bici, y una mujer mayor que tenía electrodos en la espalda.
La fisio me indicó que tenía que hacer 13 sesiones de fisioterapia. Podía faltar a dos como máximo. Si faltaba más, perdía el turno. Le conté lo qué me pasaba, aunque ya sabía porque le había comentado todo el médico rehabilitador.
Me mandó a las espalderas, y me enseñó a estirar los gemelos en dos posiciones, flexionando la pierna sana, y sin flexionar. Sólo aguanté 1 minuto estirando, porque me dolían bastante y me el tendón me daba pinchazos a la altura del calcáneo. Hacía mucho calor dentro, el aire acondicionado estaba apagado y yo hasta sudaba. Odio cuando hace mucho calor y la gente no enciende el aire acondicionado porque piensan que se dañarán la garganta. No me gusta pasar mucho calor. La fisio me dijo que dejara de estirar. Me mandó tumbarme en la camilla y me dio ultrasonidos en el tendón de aquiles y en el calcáneo. Después, ya me pude ir a mi casa, y acordamos en vernos todos los días a las 18:20 de la tarde.
La verdad es que me fui a casa bastante dubitativo. El verano anterior lo había ocupado en ir a un fisioterapeuta privado, y aún dándome ultrasonidos no me sirvió de nada. No sabía si la rehabilitación me iba a hacer algo, pero como no tenía ninguna otra opción lo tomé con paciencia y optimismo.
Me suelo ir a dormir normalmente muy tarde. Ese día me desperté a la hora de comer, comí, estuve viendo la tele, y después me duché y fui al centro de salud. Hacía muchísimo calor en la calle, y el termómetro de una farmacia marcaba 38ºC. Llegué al centro, aparqué el coche a la sombra, y entré.
Esta vez sí, entré en la sala correcta, la de las camillas, máquinas de ultrasonido, y demás parafernalias. Ahí estaba la fisioterapeuta. Era muy joven, simpática y agradable. Daba mucha confianza a primera vista. En la sala había 2 personas más. Un chico también joven que estaba haciendo bici, y una mujer mayor que tenía electrodos en la espalda.
La fisio me indicó que tenía que hacer 13 sesiones de fisioterapia. Podía faltar a dos como máximo. Si faltaba más, perdía el turno. Le conté lo qué me pasaba, aunque ya sabía porque le había comentado todo el médico rehabilitador.
Me mandó a las espalderas, y me enseñó a estirar los gemelos en dos posiciones, flexionando la pierna sana, y sin flexionar. Sólo aguanté 1 minuto estirando, porque me dolían bastante y me el tendón me daba pinchazos a la altura del calcáneo. Hacía mucho calor dentro, el aire acondicionado estaba apagado y yo hasta sudaba. Odio cuando hace mucho calor y la gente no enciende el aire acondicionado porque piensan que se dañarán la garganta. No me gusta pasar mucho calor. La fisio me dijo que dejara de estirar. Me mandó tumbarme en la camilla y me dio ultrasonidos en el tendón de aquiles y en el calcáneo. Después, ya me pude ir a mi casa, y acordamos en vernos todos los días a las 18:20 de la tarde.
La verdad es que me fui a casa bastante dubitativo. El verano anterior lo había ocupado en ir a un fisioterapeuta privado, y aún dándome ultrasonidos no me sirvió de nada. No sabía si la rehabilitación me iba a hacer algo, pero como no tenía ninguna otra opción lo tomé con paciencia y optimismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario