sábado, 25 de septiembre de 2010

Una semana tranquila

13-20 DE SEPTIEMBRE DE 2010

Desmotivado, impotente y triste. Así pasé esa semana. Todos mis amigos disfrutaban de las fiestas. Mis padres disfrutaban de las fiestas. Toda mi familia disfrutaba de las fiestas. Pero yo estaba en casa. Tenía que estarlo. Películas, series, televisión... ¡si hasta me aficioné y me tragué todos los programas del corazón! Eso era un grave síntoma de aburrimiento.

Por las tardes casi todos mis amigos iban a los toros. No es que sean protaurinos. Simplemente que si no se va a los toros no hay nada que hacer en toda la tarde. De hecho, los jóvenes que van a las corridas de toros lo hacen sobre todo para beber en sociedad sin prestar casi atención al ruedo. Y para muestra un botón.


Luego las estadísticas protaurinas dirán que los jóvenes también apoyan el toreo o que las plazas españolas están llenas de adolescentes queriendo ver cultura. En el mundo de la información a estos fenómenos de desinformación se les conoce como crear un "efecto acumulativo" o una "imprecisión intencional".

Alejándome de la polémica quiero decir que también había algún amigo que no iba a los toros, así que alguna tarde quedábamos en algún bar para echar unas cervezas y así pasar la tarde. Mi rutina era la siguiente:

- 11:00: estaba despierto pero, ¿para qué levantarme si no tenía nada que hacer? Así que seguía durmiendo.
- 15:00-16:00: despertaba por fin y comía algo.
- 17:00: quedaba y salía a la calle (con muletas, por supuesto).
- 20:00: empezaba a haber mucha gente por la calle, así que regresaba a casa.
- 21:00-03:00: veía películas, series, la televisión... no tenía sueño ni podía dormirme.
- 03:00: dormir.


Y esa era mi rutina, y como era tan aburrida (excepto por esas tres horas que salía a la calle) prefería estar durmiendo en estado casi de coma que estar tumbado en el sofá sin hacer nada. En los dos casos no hacía nada pero la diferencia era que mientras dormía no podía aburrirme. Sueño mucho y llego a tener hasta 5 sueños distintos en una noche. Por la mañana siguiente soy capaz de recordarlos todos con todo lujo de detalles pero enseguida se me olvidan, aunque durante el día empiezo a recordarlos de nuevo. Creo que soy onironauta. Suena un poco friki, pero es que mientras sueño puedo elegir los detalles de mi sueño. Si por ejemplo estoy soñando con que estoy en un edificio en llamas, puedo elegir tirarme por la ventana y volar hasta un bosque donde los árboles son de chocolate. No sé, puedo controlar algunas cosas que pasan en mis sueños, y los vivo como si fuesen totalmente reales. No me pasa siempre, pero sí habitualmente. Hace tiempo creía que todo el mundo podía hacer esas cosas pero creo que no todos pueden. No sé por qué ni a qué se deberá. Durmiendo también me han pasado otras cosas curiosas. A parte de que desde siempre he hablado y gritado en sueños, alguna vez me he despertado de la cama estando dormido. También, una vez, me desperté de un sueño y no podía moverme. Yo sabía que estaba despierto porque cuando estoy soñando sé que estoy soñando. Estaba bloqueado. Sentía cosas. Veía la habitación perfectamente y sentía a alguien al lado, pero no sabía ni si tenía los ojos abiertos o cerrados. Estaba como alucinando. Después me enteré de que eso se llama parálisis del sueño. Recomiendo que leáis el artículo ya que es bastante interesante. Yo soy muy escéptico así que todo esta verborrea no la pongo para hacer apología de ciencias ocultas ni cosas por el estilo.

Siempre me voy del tema... He empezando hablando de toros y he terminado comentando trastornos del sueño. Y todo para decir que esa semana fue muy muy aburrida. El viernes salí. Me animé a salir, pero lo hice sólo con una muleta. De no ser así hubiese sido físicamente imposible. Pero no por la incapacidad de atravesar con dos muletas toda la marabunta, sino porque con dos muletas... ¡no podría haber sujetado el cubata!

El sábado me quedé en casa, y el domingo -que ya no eran fiestas- decidí que el lunes por la noche me iría a Alicante en autobús.

- Pero Pablo, chico, espérate al lunes a ver qué te dice el traumatólogo. O si no, te vas en avión el miércoles - me comentaba mi madre intentándome convencer de no coger el billete de autobús.
- A ver mamá. Si el traumatólogo me dijese que me puedo ir ya, no voy a esperar al avión que sale el miércoles, así que me iría en autobús el lunes. Si me dijese que tengo que volver, me diría como mínimo para volver en una semana, y esa semana no quiero estar aquí, sino en Alicante. Así que diga lo que diga me iría el lunes, así que me voy el lunes. Tengo que coger el billete ahora porque si no me tocará ir en el autobús malo y es muy incómodo para tener que viajar durante 10 horas - le argumenté.

Al final le convencí y le pareció bien que me fuese el lunes en autobús. El autobús saldría a las 23:00 y llegaría a Alicante a las 08:00. Era insufrible pero era lo único que podía hacer si quería estar ya en Alicante. Me estaba perdiendo clases, y en mi pueblo me aburría mucho. Pensé que en el autobús igual iría algo incómodo porque aunque es confortable, el trayecto es muy largo y podía cansárseme el pie, así que me cogí dos asientos, como esas personas que salen en las películas y que para caber tienen que cogerse dos plazas de avión. Con los dos asientos podría tener el pie en alto y más cómodo.

Y mientras pasaba el domingo yo ya estaba contando las horas que faltaban para que saliese el autobús y así poder irme a Alicante libre, sin muletas. Pero ¡ay! ingenuo de mí...

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