jueves, 9 de septiembre de 2010

Una luz al final del túnel


JULIO DE 2010

... y llegó julio. Exámenes terminados, algún suspenso, últimas salidas por la noche alicantina... Por fin me iba a librar de la humedad de Alicante. ¡Me iba a casa a pasar el verano!

Un día antes de irme sonó mi teléfono móvil:


- ¿Sí, dígame?
- ¿Pablo? Llamo del Centro de Salud de San Vicente del Raspeig. ¿Sigues interesado en que te vea el rehabilitador?
- Bueno, pues sí, pero la verdad es que...
- PERFECTO! Tienes vez la semana que viene a las 17:3...
- No, no, un momento. Es que me voy ya a Navarra. Soy estudiante, y me voy a mi casa en verano.

- Ah... bueno, en ese caso nada, ¿verdad?

- Emmm... pues no, va a ser que no. Gracias de todas formas.


Me quedé con cara de estúpido otra vez. Me daban vez ahora, cuando me tenía que ir... En fin.

En julio tuve alguna recuperación de los exámenes de junio, por lo que pasé todo julio en Alicante metido en la biblioteca. El 22 de julio y tras 11 horas de autobús llegué a Pamplona. a las 06:00. Tuve que ir en bus porque iba cargando con maletas y mochilas llevando libros y ropa. En Pamplona me estaba esperando mi padre. Me monté en el coche y me dormí.

A la mañana siguiente me desperté en mi cama. Se notaba que no estaba en Alicante, pues no hacía un calor sofocante, y aunque hacía calor era bastante soportable estando dentro de casa.

Pase unos días sin hacer nada, con amigos, visitando a familiares... Como dije en anteriores posts en mi casa subo escaleras, por lo que pronto empezó el dolor de nuevo. Sin pensarlo, y ya bastante harto, fui al médico de cabecera de mi pueblo. Sería la tercera vez que visitaba a un médico de cabecera por el tema de la tendinitis en el tendón de aquiles: una vez en Donosti, otra en Alicante, y ahora en mi pueblo. No quería que se me pasase el momento de tratarme, así que quería aprovechar el verano para que me viesen los médicos bien.

El médico tenía un ojo a la birulé, pero era bastante simpático, aunque era un poco extraño. Me hizo la anamnesis, y a mí me costó bastante responderle, porque hacía casi año y medio que tenía la tendinitis, y no me acordaba de qué médicos había visitado, o de qué tratamientos había seguido. Al final conseguí responderle a todo y, sin mirarme siquiera el pie, me dijo lo que ya sabía, que tenía tendinitis y, por el tiempo que llevaba así, se había cronificado. Eso ya lo sabía, así que le pregunté que qué podía hacer. Me dio dos opciones, derivarme al traumatólogo, o darme cita con el rehabilitador. Lo pensé bien, y me dije: "El rehabilitador me mandará al fisioterapeuta, y me hará un tratamiento como el que ya seguí el verano pasado. En cambio, el traumatólogo puede ahondar más en mi lesión, y puede que vea algo que se haya escapado." Así que le dije que prefería que me viese el traumatólogo.

Salí con un papel a admisión, y dije amablemente.

- Buenas, el médico me ha dicho que me deriva al traumatólogo, me ha dado esto para usted.
- Bien, espere un momento que compruebe una cosa.
.

..tic tac tic tac
...

- Ya estoy con usted. Hay un problema... Al parecer hay lista de espera para el traumatólogo.


(esto me sonaba familiar)

- Mmmm, ya, vale. ¿Y cuánto puede tardar en darme cita? Es que más que nada es porque en septiembre me voy a Alicante, y necesito que me vea antes.
- Si, lo entiendo, pero puede tardar hasta 40 días. Tome este papel, y recibirá nuestra llamada en cuanto el traumatólogo se libere.
- Ah... esto... sí, vale, muchas gracias.


Con cara de estúpido (por enésima vez) salí del centro de salud. A ver, no entendía nada. Cuando estaba en Alicante no me podían tratar porque había lista de espera, y me daban vez para cuando yo estaba en Navarra. Y cuando estaba en Navarra más de lo mismo, no podía verme nadie porque para cuando me iban a ver yo ya estaba en Alicante. Era un caos.

Me sentía impotente. Esa tarde salí a la calle, y al llegar a casa mis padres me dijeron que lo habían pensado y que lo mejor era llevarme a un médico privado. Por lo menos podría aprovechar el verano para tratarme, y tal vez, con ingenua suerte, me fuese a Alicante curado.

No me parecía bien gastarme el dinero en médicos privados teniendo la Seguridad Social, pero sabía que con la Seguridad Social no estaba avanzando nada de nada. Además, ese médico también trabajaba en la SS, así que cualquier prueba que me hiciese me la haría por la seguridad social, ahorrándome tiempo, y dinero.

Todo pintaba bien... al fin veía una luz al final del túnel.

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