15 DE AGOSTO DE 2010
Pues no, no funcionó. Tras días haciendo estiramientos y aplicándome hielo después de que el traumatólogo privado me tocase las vértebras, la cartera, y los cojones, me doy cuenta de que no sirve de nada. No noto ni una mínima mejoría y, aún más, cada día que paso en casa subiendo y bajando escaleras para ir a mi habitación me duele más el maldito tendón, y ha llegado un punto en el que acabo cojo todas las noches. Igual tiene algo que ver el que la cama me queda pequeña desde que cumplí 17 años. No es que sea muy muy alto, mido 1'84. Pero es habitual en mí pegarme golpes con los pies en la madera que hay en la parte de los pies de la cama (¿se llama piecera?).
Bueno, pues eso, que sigo igual que en abril de 2009, pero incluso con algo más de dolor. Pero mis padres no se dan por vencidos y tienen un as bajo la manga. Ya conté en otro post cómo mi padre conoce a un amigo que es traumatólogo, que consiguió hacerme destrangis unas radiografías. Pues bien, además no sé cómo mi padre ha conseguido que me vea el rehabilitador del centro de salud de mi pueblo. En este post os conté que el médico de familia de mi pueblo me dio a elegir dos opciones:
1- Ir al rehabilitador
2- Ir al traumatólogo
Elegí la opción 2, y me citó para el traumatólogo, pero había lista de espera, y es por eso por lo que al final mis padres decidieron llevarme al médico privado. Pero el médico privado no me ha hecho efecto, por lo que me he quedado sin traumatólogo de momento. Así que mi padre ha conseguido que me vea el rehabilitador.
Una mañana estaba durmiendo, y me sonó el teléfono móvil.
RING RING!!!... RING RING!!!... RING RING!!!...
- Quién - dije borde y medio dormido intentando agarrar bien el teléfono.
- ¿Pablo? Soy el rehabilitador, llamo del centro de salud. Me han comentado que tienes prisa porque te tienes que ir a Alicante a estudiar, y me preguntaba cuándo podrías pasarte por mi consulta.
Estaba terminando de asimilar la información: rehabilitador, centro de salud.... ¡tendón! Correcto.
- ¿Pablo? -gritó al auricular.
- Sí, sí, estoy. Ay qué bien. Pues cuando quieras, cuando tú me digas.
- ¿Te viene bien pasarte dentro de media hora? A las 12:30 o así.
- Sí claro, sí. En media hora puedo estar ahí. - dije felicísimo.
- Está bien. Nos vemos entonces dentro de media hora. Y acuérdate de traer las radiografías e informes que tengas.
Me levanté de la cama de un brinco, fui al baño, me di una ducha rápida, y me vestí. Sin desayunar, y recordando llevar las radiografías, cogí el coche y fui al centro de salud.
Nunca había estado con un rehabilitador, así que una vez en el centro no sabía dónde ir, y no me suele gustar preguntar dónde están los sitios que no sé ya que se supone que los carteles y los paneles informativos están para algo. Exploré el pequeño hall y vi un letrero que ponía REHABILITACIÓN. Así que me senté en una silla, y esperé a que me llamara el rehabilitador.
tic tac tic tac
Se abrió la puerta, y una mujer salió vestida con ropa de fisioterapeuta (sé que era ropa de fisio porque ponía en su camiseta "FISIOTERAPEUTA"). Al rato llegó por el pasillo un hombre con bata blanca, seguramente un administrativo, y me dijo:
- ¿Pablo?
- Sí, soy yo.
- Tienes vez ahora con el rehabilitador, ¿no? Ya puedes pasar.
Y se fue por el pasillo bastante rápido.
Abrí la puerta y me metí dentro. La sala era confortable y muy luminosa. Era amplia, tenía 3 camillas en el centro, y luego había pequeños habitáculos separados por cortinas con más camillas. También había estanterías con pesas, aparatos de ultrasonido y electroterapia, y muchas poleas, cuerdas, y gomas. Me paseé por la sala disimuladamente, me senté en una camilla y al instante me levanté. Fui hasta unas pesas que había colocadas en un soporte para pesas. Las observé. Eran azules. Cogí una indistintamente, la levanté varias veces. "Tampoco pesa tanto" pensé, y en ese instante entró el administrativo de la bata blanca. Deje rápidamente la pesa en su sitio intentanto disimular.
- ¿Pablo? ¿Qué haces aquí? Esta es la sala de fisioterapia. Sígueme.
- ¡Ah! Es que había visto el letrero de REHAB...
Pero el hombre de blanco ya se había ido. Le seguí, y me llevó a otro pasillo donde había diferentes carteles en las puertas: TRABAJADOR SOCIAL, GINECOLOGÍA, MATRONA, SERVICIOS VETERINARIOS...
... CONSULTA REHABILITADOR
Ahí debía ser. El hombre de blanco entró en la consulta, y le seguí. Me quedé de pie pensando que se iba a ir, pero se sentó en la mesa junto al ordenador, y me dijo:
- Bien, siéntate Pablo.
- ¡Ah! Pensaba que eras el admin...
Decidí que callado estaba más guapo. El hombre de la bata blanca era el rehabilitador, no un administrativo. Además, no me había fijado en que en su bata ponía "MÉDICO". Era bastante joven, serio, y algo seco, y nunca me dejaba terminar las frases. Le conté mi historia, le enseñé las radiografías, y me miró el pie.
Me explicó lo que ya sabía, que tenía tendinitis aquílea en la inserción con el calcáneo, que se me había cronificado, que las tendinitis, sobre todo las del aquiles, son muy aparatosas y suelen tardar mucho en curar si es que llegan a curarse... bla bla bla.
Me señaló que me llamaría en breves la fisioterapeuta para empezar con la rehabilitación con el objetivo de terminar la rehabilitación antes de volverme a Alicante. Le di las gracias, cogí las radiografías, y me despedí.
Me fui a casa pensando en que tal vez con la rehabilitación me mejorase. Igual después de lo que me hizo el traumatólogo privado la fisioterapia me ayudase más, igual consigo irme a Alicante perfectamente...
Ingenuo de mí.
Bueno, pues eso, que sigo igual que en abril de 2009, pero incluso con algo más de dolor. Pero mis padres no se dan por vencidos y tienen un as bajo la manga. Ya conté en otro post cómo mi padre conoce a un amigo que es traumatólogo, que consiguió hacerme destrangis unas radiografías. Pues bien, además no sé cómo mi padre ha conseguido que me vea el rehabilitador del centro de salud de mi pueblo. En este post os conté que el médico de familia de mi pueblo me dio a elegir dos opciones:
1- Ir al rehabilitador
2- Ir al traumatólogo
Elegí la opción 2, y me citó para el traumatólogo, pero había lista de espera, y es por eso por lo que al final mis padres decidieron llevarme al médico privado. Pero el médico privado no me ha hecho efecto, por lo que me he quedado sin traumatólogo de momento. Así que mi padre ha conseguido que me vea el rehabilitador.
Una mañana estaba durmiendo, y me sonó el teléfono móvil.
RING RING!!!... RING RING!!!... RING RING!!!...
- Quién - dije borde y medio dormido intentando agarrar bien el teléfono.
- ¿Pablo? Soy el rehabilitador, llamo del centro de salud. Me han comentado que tienes prisa porque te tienes que ir a Alicante a estudiar, y me preguntaba cuándo podrías pasarte por mi consulta.
Estaba terminando de asimilar la información: rehabilitador, centro de salud.... ¡tendón! Correcto.
- ¿Pablo? -gritó al auricular.
- Sí, sí, estoy. Ay qué bien. Pues cuando quieras, cuando tú me digas.
- ¿Te viene bien pasarte dentro de media hora? A las 12:30 o así.
- Sí claro, sí. En media hora puedo estar ahí. - dije felicísimo.
- Está bien. Nos vemos entonces dentro de media hora. Y acuérdate de traer las radiografías e informes que tengas.
Me levanté de la cama de un brinco, fui al baño, me di una ducha rápida, y me vestí. Sin desayunar, y recordando llevar las radiografías, cogí el coche y fui al centro de salud.
Nunca había estado con un rehabilitador, así que una vez en el centro no sabía dónde ir, y no me suele gustar preguntar dónde están los sitios que no sé ya que se supone que los carteles y los paneles informativos están para algo. Exploré el pequeño hall y vi un letrero que ponía REHABILITACIÓN. Así que me senté en una silla, y esperé a que me llamara el rehabilitador.
tic tac tic tac
Se abrió la puerta, y una mujer salió vestida con ropa de fisioterapeuta (sé que era ropa de fisio porque ponía en su camiseta "FISIOTERAPEUTA"). Al rato llegó por el pasillo un hombre con bata blanca, seguramente un administrativo, y me dijo:
- ¿Pablo?
- Sí, soy yo.
- Tienes vez ahora con el rehabilitador, ¿no? Ya puedes pasar.
Y se fue por el pasillo bastante rápido.
Abrí la puerta y me metí dentro. La sala era confortable y muy luminosa. Era amplia, tenía 3 camillas en el centro, y luego había pequeños habitáculos separados por cortinas con más camillas. También había estanterías con pesas, aparatos de ultrasonido y electroterapia, y muchas poleas, cuerdas, y gomas. Me paseé por la sala disimuladamente, me senté en una camilla y al instante me levanté. Fui hasta unas pesas que había colocadas en un soporte para pesas. Las observé. Eran azules. Cogí una indistintamente, la levanté varias veces. "Tampoco pesa tanto" pensé, y en ese instante entró el administrativo de la bata blanca. Deje rápidamente la pesa en su sitio intentanto disimular.
- ¿Pablo? ¿Qué haces aquí? Esta es la sala de fisioterapia. Sígueme.
- ¡Ah! Es que había visto el letrero de REHAB...
Pero el hombre de blanco ya se había ido. Le seguí, y me llevó a otro pasillo donde había diferentes carteles en las puertas: TRABAJADOR SOCIAL, GINECOLOGÍA, MATRONA, SERVICIOS VETERINARIOS...
... CONSULTA REHABILITADOR
Ahí debía ser. El hombre de blanco entró en la consulta, y le seguí. Me quedé de pie pensando que se iba a ir, pero se sentó en la mesa junto al ordenador, y me dijo:
- Bien, siéntate Pablo.
- ¡Ah! Pensaba que eras el admin...
Decidí que callado estaba más guapo. El hombre de la bata blanca era el rehabilitador, no un administrativo. Además, no me había fijado en que en su bata ponía "MÉDICO". Era bastante joven, serio, y algo seco, y nunca me dejaba terminar las frases. Le conté mi historia, le enseñé las radiografías, y me miró el pie.
Me explicó lo que ya sabía, que tenía tendinitis aquílea en la inserción con el calcáneo, que se me había cronificado, que las tendinitis, sobre todo las del aquiles, son muy aparatosas y suelen tardar mucho en curar si es que llegan a curarse... bla bla bla.
Me señaló que me llamaría en breves la fisioterapeuta para empezar con la rehabilitación con el objetivo de terminar la rehabilitación antes de volverme a Alicante. Le di las gracias, cogí las radiografías, y me despedí.
Me fui a casa pensando en que tal vez con la rehabilitación me mejorase. Igual después de lo que me hizo el traumatólogo privado la fisioterapia me ayudase más, igual consigo irme a Alicante perfectamente...
Ingenuo de mí.
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