viernes, 10 de septiembre de 2010

Un cambio inesperado

FINALES DE AGOSTO DE 2010

Seguía yendo a rehabilitación. Esos días hacía mucho calor y todos se quejaban y protestaban. "A ver si llueve y refresca", decían. Para mí ese calor que hacía no era nada ya que estaba acostumbrado al calor y la humedad de Alicante. En Alicante al principio yo lo pasaba mal porque pasaba mucho calor, pero al final te acostumbras, aunque eso de salir a la calle a las 08:00 de la mañana y notar que toda la atmósfera se pega a tu cuerpo por la humedad del ambiente es bastante desagradable. En Alicante por las mañanas no corría nada de aire, y a las tardes había algo de brisa, por lo que al final era hasta aguantable. Me acuerdo de un día en julio en que quedamos todos los amigos de Alicante para salir después de exámenes. Fuimos a un bar (al Mulligan's), y estuvimos ahí toda la noche. Dentro del bar hacía mucho calor, y cuando salimos a la calle a las 06:30 todos pensábamos "Qué bien, ahora notaremos el fresco de la mañana". Ilusos, salimos y la humedad y el calor eran insoportables. Eran las 06:30 de la mañana, y un termómetro en lo alto de un edificio marcaba cruelmente 30ºC.

Me he ido del tema. Siguiendo con mi tendón...

... la fisioterapeuta había hablado con el rehabilitador y le había comentado que al estirar los gemelos me dolía bastante a la altura del calcáneo. Al final decidieron que no debía hacer estiramientos, y que sólo haría ultrasonidos y láser. A mí los ultrasonidos me gustan mucho porque me encanta el frescor que el gel te deja en la piel, y también hace cosquillas cuando la fisio te pasa el cacharro. Me gustan las cosquillas, así que mientras me hacía los ultrasonidos me relajaba muchísimo. En cambio, nunca me habían hecho láser, así que no sabía lo que era ni lo que hacía. La fisio me explicó que el láser tiene efecto antiinflamatorio y analgésico. El láser no me gustaba tanto porque hay que ponerse unas gafas para impedir irradiaciones accidentales, y con esas gafas futuristas no podía apoyar bien la cabeza en la camilla, así que no me relajaba tanto. Además, el láser no me hacía cosquillas ya que no se arrastraba sobre mi piel, sino que se colocaba en puntos muy concretos.

Tengo que decir que tanto con los ultrasonidos como con el láser hay que tener algo de fe ya que durante la aplicación no se nota absolutamente nada (aunque con el ultrasonidos a veces notas como si te quemase algo por dentro). Hay que confiar en que todo eso sirve de algo y, sobre todo, no faltar a ninguna sesión de fisioterapia.

Y así pasé dos días y, de repente, recibí una llamada de la Seguridad Social.

- Buenos días le llamo de la Seguridad Social. Usted está apuntado para citarse con el traumatólogo, pero hay un problema...

... yo ya estaba acostumbrado a los problemas con la SS...


- Sí, dígame.
- El servicio de traumatología tiene una lista de espera muy grande, y me temo que no va a ser posible atenderle dentro de los 40 días que nosotros estipulamos. Así, que me gustaría que me dijese si estaría de acuerdo en que le derivásemos a la Clínica San Miguel.



Esa llamada me alegró muchísimo. Significaba que me iba a atender un traumatólogo por fin, pero no en la SS. La Clínica San Miguel de Pamplona pertenece al Igualatorio Médico-Quirúrgico de Navarra o, lo que es lo mismo, es una clínica privada para la que se necesita un seguro privado. Lo que pasa es que en la SS prevén de antemano que habrá listas de espera en la sanidad pública, y hacen convenios con distintas clínicas privadas para que atiendan a cierto número de sus pacientes. Resumiendo, me iba a atender un traumatólogo en la Clínica San Miguel (CSM) aunque yo iba por la Seguridad Social.

Lo que yo no sabía era que esto iba a suponer que todo se acelerase muchísimo y en muy pocos días, con todo lo bueno que eso supone. Aún no sabía la de cosas buenas que me esperaban.

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